El daño y la memoria




Título: El daño y la memoria.
Autor: Ricard Vinyes.
Testimonio: Maria Salvo Iborra. 1920, Sabadell
Editorial: RBA coleccionables.
Colección: Testimonios de la Guerra Civil.
Año :2006

Ilustración: Agencia EFE.










... En el caso de María Salvo Iborra, no fueron suficientes las penalidades del exilio, las torturas en las dependencias de la puerta del Sol, los años de cárcel ni las lesiones irreparables..., secuelas físicas que le dejaron entre otras la imposibilidad de tener hijos, o los golpes morales. Lo más terrible , lo insoportable, lo que condujo a muchos al suicidio fue, en mi opinión , cuando en un número de Mundo Obrero, órgano del Partido Comunista de España al que pertenecía, que había sido introducido de forma clandestina en 
el penal, la denunciaba por colaborar con el enemigo,...
Nicolas Sartorius.

En la mañana del 26 de octubre de 1941 la policía política detuvo a una enlace de la resistencia antifranquista en la glorieta de Cuatro Caminos de Madrid , tras ser interrogada a lo largo de treinta días en las dependencias de la Dirección General del Estado, fue acusada de conspiración contra la seguridad del estado. A partir de ese entonces su vida transcurrió por distintas cárceles durante dieciséis años  (1957). En primero de los extractos habla de uno de los desafíos que en este caso duro cuatro días, en el segundo comenta como utilizaban el Reglamento como herramienta.

                                 











"A cada hora de la comida pasaban con las calderas del rancho que traían las comunes y se volvían con ellas intactas. Ninguna política claudicó. Cuando nos daban una escoba para barrer la celda, mientras duraba la operación la funcionaria María Sacristán se ponía en un lugar bien visible con un bocadillo en la mano delante nuestro; hasta ahí llegaba su sadismo. Había un hambre espantosa" Enero de 1949.


"La comunidad política se había impuesto una disciplina rigurosa en todos los ámbitos de la vida carcelaria que permitió establecer fronteras y distancias precisas con la dirección de los presidios, utilizaron el reglamento como una ley en la selva, aceptaba sus condiciones, rechazaban toda tarea o acción no inscritas en sus artículos, no permanecían en la cama ni un minuto más de lo que prescribían las ordenanzas del establecimiento, efectuaban las tareas laborales con miramiento puntilloso, pero se negaban a barrer la prisión si su destino no era, aquel día , el servicio en brigada de limpieza; los retos constantes a las celadoras debían mantenerse sin transgredir el reglamento. El reglamento no era bueno, decían, pero era una ley en la selva"








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